
Cuidar de uno mismo es una tarea muy importante que no podemos dejar para más tarde, sin embargo, en nuestra vida cotidiana es algo que acostumbra a quedar en último lugar en nuestra lista de prioridades. Siempre hay otras cosas de las que nos tenemos que ocupar: los hijos, el trabajo, la casa, la nevera, las facturas…y nunca nos queda tiempo para nosotros.
No se trata de que nos pongamos por delante del resto, es más bien ponernos al mismo nivel que las personas a las que amamos y que nos dediquemos la misma atención, tiempo, amabilidad y empatía que dedicamos a los otros ¿suena fácil, verdad?
En definitiva, somos los principales responsables de mantener nuestro nivel de Bienestar (físico y emocional), lo mismo que nos preocupamos por el bienestar de las personas a las que queremos.
A mí me resulta muy útil recordar la imagen de las azafatas dentro de un avión cuando repasan las normas de seguridad del vuelo y advierten que, en caso de despresurización de la cabina, si viajas con niños, debes ponerte primero tu la mascarilla y luego al niño que te acompaña…¿qué ocurriría con él/ella si yo me desmayo?.
Porque estar bien es importante para mí ( me siento alegre, presente, puedo disfrutar más de todo lo que me rodea…incluso mejora mi sistema inmunológico) pero también para las personas que me rodean, que se benefician directamente de este estado: les puedo prestar una atención de calidad, se ríen conmigo, les escucho mejor…porque el bienestar se transmite a través de nuestra presencia y actitud (lo mismo que el malestar).
Este es un verdadero reto para las familias con hijos con discapacidad, sobretodo para aquellas que utilizan la afirmación “si mi hijo/a está bien, yo estoy bien” (la he escuchado muchas veces). Porque no podemos dejar nuestro bienestar en manos de otros (nuestros hijos, nuestra pareja…) es responsabilidad nuestra.
Porque si bien la vida de todos, en ocasiones, es difícil, tener un hijo con discapacidad supone más dificultades todavía: más tiempo de atención para este niño/a, buscar servicios y recursos adecuados, ejercer el rol de madre o padre por mucho más tiempo, la intervención de distintos y numerosos profesionales, más gastos en la economía familiar…estos son solo alguno de los factores estresores a los que estas familias se tienen que enfrentar.
Así, cuidar de uno mismo debería ser una prioridad. Para ofrecer una atención de calidad y para hacer frente a todos los retos (difíciles) que van a ir apareciendo a lo largo del camino de educar a un niño/a con discapacidad.
Cuidar de uno mismo es posible, aunque no es tarea fácil.
Para ello, he escrito los 10 Hábitos para convivir con la discapacidad. Una guía rápida para madres y padres con hijos con discapacidad, que recoge las estrategias principales para empezar a cuidar de ti.
Porque si tu estás bien, el o ella estarán bien.