
Existe el mito de que el índice de divorcio entre las parejas que tienen un hijo con necesidades especiales es mayor que en el resto.
Personalmente, llevo un tiempo revisando estudios y buscando datos (fundamentalmente porque esta visión no coincide con mi experiencia: conozco a más parejas que siguen juntas que a parejas que se separaron) y de momento, los datos de muchas investigaciones desmienten esta creencia.
Uno de los mayores estudios realizados en Baltimore en 2010 ( en el Instituto Kennedy Krieger y la Universidad Johns Hopkins), analizó datos de casi 78,000 padres, de los cuales 913 tenían un hijo con autismo, e incluía familias de todo Estados Unidos. La conclusión a la que llegaron es que:
"Si bien existen factores estresantes en la crianza de un niño con autismo, el resultado no es necesariamente que la familia se separe con más frecuencia que otra familia. Sin embargo, es importante que los profesionales de la salud brinden apoyo y capacitación a estas familias para manejar el estrés que enfrentan."
Así, se puede afirmar que criar a un niño con autismo o necesidades especiales afecta a la pareja, pero no la “condena”.
Algunos de estos factores estresantes a los que se refieren en el estudio podrían ser:
- La manera como cada uno de los miembros de la pareja afronta la discapacidad. Se trata de dos personas distintas y, por tanto, lo van hacer de manera diferente según sus creencias, experiencia, recursos personales…eso no es tan fácil de comprender, muchas veces esperamos que la otra persona siga nuestro ritmo.
- Debido a esta diferencia de habilidades de afrontamiento, una de las dos partes asume el control de la situación, dejando a la otra de lado. Con el tiempo, esta distancia se hace mayor.
- El gran volumen de tareas que hay que llevar a cabo para satisfacer las necesidades del hijo/a: búsqueda de servicios, visitas médicas o terapéuticas, trámites y burocracia, atención permanente e intensa (teniendo en cuenta que todo esto se suma al resto de tareas y responsabilidades que cada uno de los miembros de la pareja ya tiene: trabajo, otros hijos, relaciones sociales…). Esto supone una sobrecarga significativa.
- La distribución de tareas puede ser desigual: quizás uno de los dos deja de lado su carrera profesional para atender las nuevas necesidades y se produce un desequilibrio, aumenta la distancia emocional y la sensación de soledad puede incrementarse
- No hay tiempo para la pareja: para hablar, discutir, negociar, ponerse de acuerdo en la manera como juntos podemos manejar la situación.
- Tampoco hay un tiempo individual: para cultivar actividades que ayuden a “cargar” pilas y cuidar de uno mismo, hay demasiadas responsabilidades familiares que atender.
A pesar de todo, no todas las parejas se quedan en lo “negativo” de tener un hijo con discapacidad, algunas afirman que tener que afrontar lo que esto supone, les ha fortalecido como pareja, les ha unido más.
Para favorecer la conexión con la pareja puedes tener en cuenta los siguientes aspectos:
- La comunicación es la clave: el punto de partida es que una pareja la forman dos personas distintas y por ello, no vamos a estar de acuerdo en todo. Es muy importante tener tiempo y espacio para hablar, ponernos de acuerdo “hacia dónde vamos”, “cómo lo hacemos”, negociar cuando surjan discrepancias y naturalmente compartir cómo nos sentimos y lo que necesitamos.
- Lo que sentimos puede ser muy parecido: el estrés y el agotamiento pueden ir acompañados de emociones muy intensas como el miedo, la tristeza, la confusión o incluso la ansiedad. Es importante hablar de ello: compartir el dolor lo hace más llevadero.
- No podemos leer la mente de nadie: algunas veces, creemos que “ya sabemos” lo que le ocurre al otro, como piensa o por qué motivo actúa de esa manera…pero no es así. Esta creencia lleva a “cortar la comunicación” (yo ya sé lo que le pasa ) y por tanto, a incrementar la distancia o los malentendidos. La única manera de saber cómo piensa el otro es preguntando, hablando.
- La comunicación tiene que ser positiva y respetuosa, viendo a la otra parte como alguien que tiene algo que aportar a la relación, aunque tenga otro punto de vista.
- Siempre es mejor discutir que callar, pero es importante hacerlo con respeto y centrados en el presente o en el conflicto que tengamos que resolver. Sacar los trapos sucios de hace años en medio de una discusión es la peor estrategia. Callar significa aceptar que el otro imponga su punto de vista y esto a la larga, sienta muy mal.
- Tener un tiempo específico para la pareja es fundamental: no hace falta que sea muy largo, pero debemos crear espacios íntimos donde cultivar nuestra relación, conectar de nuevo y reconocernos mutuamente.
A pesar de todo, no es fácil, y muchas parejas pasan por momentos de crisis en los que necesitan ayuda. Para ello, pueden recurrir a la Terapia de Pareja.
Este tipo de terapia se centra en la relación y está indicada en momentos de crisis que ambos miembros quieran superar. La terapia de pareja No es para arreglarlo todo y no llegar a la separación, sino para valorar juntos donde estamos, lo que necesitamos y hacia donde queremos ir (juntos o separados).
Cómo saber cuándo hay que ir a terapia de pareja?
- Cuando hay momento de crisis o cambio que no podemos afrontar porque nos supera o no sabemos como hacerlo juntos.
- Cuando hay dificultades en la comunicación y es difícil un diálogo claro y respetuoso de los diferentes puntos de vista.
- Cuando la distancia y las diferencias superan a lo que tenemos en común.
- Cuando los hijos y la dinámica día a día hacen que los momentos íntimos escaseen y se ha creado una rutina y hay que encontrar un espacio para la pareja.
- Cuando no nos ponemos de acuerdo en la manera como tenemos que educar a nuestros hijos y nos contradecimos.