Artículo publicado en EL PAÍS
Seguramente, a la mayoría de madres y padres nos gustaría proteger a nuestros hijos del hecho de que todas las vidas llegan a su fin, sobre todo por el dolor y sufrimiento que genera la pérdida de alguien querido.
Pero incluso los niños más pequeños están expuestos a la muerte y no podemos controlar cuándo morirá alguien cercano a ellos. La conocen bien, porque se la encuentran en el jardín: en los insectos muertos, en los cuentos o películas que ven, en un abuelo enfermo, en la pérdida de una mascota o en los personajes de videojuegos.
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